Mateo llegó al edificio de la empresa y preguntó por Victoria en la recepción. Le dijeron que subiera el ascensor hasta el segundo piso y diera un cruce a la derecha. Él hizo caso, nervioso porque no veía a su amiga desde la confesión que le hizo. ¿Podía actuar con normalidad? Llevó una mano a su pecho, inhaló hondo para calmarse y terminó chocando con un hombre de cabello negro y mirada intimidante, aunque era más pequeño que él. —Discúlpame. —No recuerdo que trabajes aquí —Alex lo detalló de pies a cabeza—. ¿Tienes cita? Nadie puede entrar sin una cita… —Vengo a ver a Victoria Rowling, la nueva jefa. —¿Tienes cita? —repitió. Mateo tensó la mandíbula y apretó los puños. Nunca imaginó que habría un hombre tan terco. —Conozco a Victoria de toda la vida, no es la primera vez que vengo a visitarla, así que hazte a un lado —masculló, con ambas manos en los bolsillos. Alex estuvo a punto de protestar, pero Victoria casualmente salió al leer el último mensaje de Mateo diciendo que
—Oye, ¿no hablaremos sobre lo que pasó con Samuel? —Sara estaba en la oficina de Michael. Jugaba con sus dedos, sentada en un mueble. Su llegada a la mansión Bridget fue tranquila, no hubo muchas presentaciones, pues Michael decidió que no hacía falta y los conocería a todos poco a poco. Aunque ella sí sintió muchas miradas de desprecio, tal vez porque era nueva en ese mundo y la eligieron para un puesto importante que otros deseaban tener. Michael alzó la mirada. —¿Qué te gustaría saber? Ya el caso quedó cerrado. La policía lo hizo parecer un suicidio —murmuró—. Lo único que me preocupa es la mujer que estuvo con él… —¿Mujer? Yo no la escuché. —No pude verla, pero hablaban sobre robar a mi padre —resopló—. Ya te mencioné que destruí varios planos con toda la información de la mansión Rowling. —Sí, sí. —Creo que ahora que Samuel está muerto, ella no se atrevería a cometer un robo tan peligroso sola, ¿no? —Frunció el ceño. Por mucho que haya investigado con sus secuaces y su a
A pesar de que su abuelo le pidió que no se metiera en problemas con sus aliados en la organización, Michael ignoró todas las reglas. Agarró a Ulises del cuello, lo apretó con fuerza. No iba a permitir que le hicieran bullying a su chica. Ulises estaba cagado, lo menos que quería era morir a manos de su nuevo jefe. —P-por favor… —suplicó, sin respirar con normalidad. Empezó a ponerse morado. Sara, al ver que su amigo estaba descontrolado como la última vez, lo abrazó por detrás para calmarlo con su calor. Por arte de magia, funcionó. —¡No lo hagas! —exclamó, asustada. Su cuello tenía una pequeña herida que no era grave, por lo menos no fue en una vena. Michael volvió en sí, sus ojos brillaron al escuchar la tranquilizadora voz de Sara. Ella se convirtió en su ángel. —¡Perdónanos la vida, por favor! —rogó Emma, cuando pudo levantarse. Ambos se arrodillaron con dificultad y lágrimas, no creyeron que Michael sería tan aterrador y despiadado, ya que Alejandro los trataba como si
Los días pasaban bastante rápido, ya Victoria había ordenado todo en la empresa. Se acostumbró más rápido de lo que pensaba. Estaba cenando con sus padres, planeaba contarle la gran noticia de que empezó a salir con Mateo, así que tocó la copa de vidrio con un tenedor. —Familia, tengo algo importante que decirles —sonrió. —¿Por fin aceptaste a Mateo? —cuestionó Mónica, con una risita. —¡Mamá! ¿Por qué no esperas a que yo lo diga? —Rodó los ojos, sentándose de nuevo. Removió el arroz en su plato, aburrida porque le habían arruinado la gran noticia. —Cariño, ya lo suponíamos, últimamente te arreglas más cada vez que sales con Mateo —la calmó Rafael—. Además, siempre le estás sonriendo al celular. —Qué bueno que a él sí lo aceptan —Forzó una sonrisa. —A propósito, ¿te enteraste de lo que le pasó a Samuel? —preguntó el castaño, tragando un bocado. Bebió un sorbo de vino. Victoria frunció el ceño, llevaba días sin ver las noticias y Samuel ya no le importaba. Lo sacó de s
Mateo estaba de camino a la empresa Rowling, iba a tener otra cita con Victoria. El corazón le seguía palpitando como si fuera la primera. Victoria, por otro lado, estaba terminando un informe que la tenía estresada, se le notaba por las cejas arrugadas.—No puedes irte hasta que termines eso —recordó Alex, serio. —¿Nunca sales a divertirte? —Si no es necesario, no. —Supongo que nadie te soporta —Rodó los ojos. Alex se sintió ofendido, pero optó por ignorar las palabras de su jefa para no seguirle el juego. Él ya había terminado su trabajo, estaba guardando sus cosas. —Créeme, yo te soporto a ti por la paga —bufó, calmado. —Me alegra saberlo —Forzó una sonrisa y concluyó el informe—. ¡Listo! —Suerte en tu cita. —Oye, oye, ¿te vas a ir sin saludar a Mateo? —Abrió la boca con ofensa. —Mi jornada laboral ha terminado. Además, ¿por qué querría saludarlo? —Frunció el ceño, colgó el bolso sobre su hombro. —Porque si se va a casar conmigo, será mi apoyo en esta empresa —sonrió, co
—¿Michael? —Sara se sorprendió. Llevaba días evitándola, de alguna forma, sintió que él ya había hablado con Victoria. Entró en su habitación como si nada, ella se sentó en la cama. —Necesitamos hablar… —Sí, claro —Tragó saliva. ¿Iba a pedirle que se fuera? ¿Lo de la última vez fue un error? Porque fue su primera vez, no quería que su amistad acabara así. —Es sobre lo que pasó entre nosotros —Caminó hacia ella. Se sentó a su lado en la cama, ella trató de calmar su acelerada respiración, y eso que no la había tocado. Michael estaba decidido a confesar sus sentimientos. —E-escucha, si quieres olvidarlo, por mí está bien —tartamudeó—. Si piensas que fue un error… No la dejó terminar. Le puso el dedo en la boca para callarla, ella abrió los ojos con asombro. Michael le mostró una sonrisa que alivió su corazón. —Me gustas. Y así, le dio un suave beso que la dejó en shock. Michael no era de palabras, sino de acciones. Con esa simple confesión, a Sara le bastó y disfrutó del beso
Victoria se había preparado mejor que nunca, estaba cumpliendo un mes de novios con Mateo, y él iría a buscarla a su casa. Se miró en el espejo, el vestido blanco le llegaba hasta las rodillas y la hacía ver como una princesa. Sonrió, dando una vuelta. —Mateo está abajo —Su padre tocó la puerta abierta—. Mi niña ya es toda una mujer. —Ay, papá —rio. —Quería decirte algo… —murmuró. —¿Malas noticias? —Más o menos. No dudes en avisarme si Mateo vuelve a ver a Catherine —pidió—. Ella puede ser un peligro. A Victoria se le borró la sonrisa. Supuso que ya Mateo le había dicho a sus padres, por eso Rafael se enteró. —No te preocupes. Creo que esa mujer debió quedarse en la cárcel por todo el daño que les hizo tanto a ustedes como a Mateo… —comentó. —Sí… —Bueno, bajemos —Se puso al lado de su padre, le agarró el brazo—. Así tendrás que llevarme cuando me case. —¿Será pronto? Espero que sea pronto —bromeó. —Apenas llevamos un mes —Rodó los ojos. Ambos salieron de la habitación y b
Victoria llegó a la casa de Mateo, fue recibida por él. Acordaron ese día ver una película, ella iba a quedarse a dormir, ya que al ser fin de semana, los padres de Mateo se fueron a la casa de sus abuelos.—Bienvenida —le sonrió, abrió más la puerta. Era de noche, estaba nerviosa. Abrazó la mochila con fuerza, cualquier cosa podía pasar esa noche, y ella estaba ansiosa por hacer de todo un poco, estando completamente solos y a oscuras. —Traje palomitas, ¿y el microondas? —Por allá —señaló la cocina. Victoria fue de inmediato, apretó los labios, su cuerpo estaba tembloroso y todavía no la habían tocado. Había pasado una semana desde que se comprometió con Mateo, lo compartió con sus padres y estos se alegraron. Michael y Sara también estaban al tanto, ellos irían en pocos días a la mansión Rowling para quedarse durante una semana. —¿Tu papá no te ha dicho nada sobre Catherine? —inquirió él, sacando las latas de refresco. —Pues no… ¿quieres que mande a mi asistente a investigar