La habitación del hospital estaba bañada por la luz tenue de la tarde, pero la calma que parecía envolver el lugar era solo una ilusión. En el interior de Aurora, la tormenta aún rugía con fuerza. Alexander había ofrecido llevarla consigo, protegerla, darle un lugar seguro, pero ¿qué significaba realmente eso? ¿Era solo parte de su deber o había algo más? La pregunta giraba en su mente como un eco interminable, incapaz de encontrar una respuesta concreta. Alexander se encontraba junto a la ventana, observando la ciudad con su típica expresión seria. Aurora lo miraba de reojo, estudiándolo, tratando de entender lo que realmente estaba pasando entre ellos. Había un abismo entre lo que decían y lo que sentían, una distancia que ninguno parecía capaz de cruzar. Finalmente, fue ella quien rompió el silencio.—¿Por qué quieres hacer esto por mí, Alex? — Pregunto Aurora, con temor a la respuesta, aunque ella misma no entendía por qué.Alexander se giró hacia ella, su mirada atrapándola
Mientras avanzaban hacia la salida del hospital, el ambiente estaba cargado de tensión. Alexander mantenía la mirada fija en los pasillos, su arma lista en caso de cualquier amenaza. Halcón 2 los escoltaba junto a otros agentes, formando una barrera protectora alrededor de ellos. Pero justo cuando estaban por alcanzar la salida principal, un sonido retumbó en el pasillo. —¡Cuidado! —gritó uno de los agentes. Alexander reaccionó al instante, girando su cuerpo para proteger a Aurora mientras los agentes se movían para enfrentar la amenaza.Aurora sintió cómo su respiración se aceleraba, su corazón golpeando contra su pecho. —¡Muévanse ahora! —ordenó Alexander, guiándola hacia un pasillo lateral. Halcón 2 se quedó atrás, asegurando el perímetro mientras Alexander y Aurora tomaban una ruta alternativa hacia el estacionamiento subterráneo. Cada paso resonaba en la fría estructura de concreto, y el silencio era aterrador. Cuando finalmente alcanzaron la salida trasera, Alexande
El silencio de la noche en la casa de Alexander era diferente al del hospital. Aquí, el aire no estaba cargado de miedo, ni el sonido de las máquinas monitoreando sus signos vitales servía de recordatorio constante de su vulnerabilidad. Pero aunque el entorno había cambiado, Aurora no podía evitar la inquietud que todavía palpitaba en su pecho. Desde la cama, podía ver a Alexander sentado en la silla junto a ella, su postura firme, su mirada fija en la ventana como si esperara que el peligro se deslizara entre las sombras. No había hablado en los últimos minutos, y aunque su presencia era reconfortante, Aurora sabía que algo lo atormentaba. —No tienes que quedarte aquí toda la noche —susurró, aunque en el fondo quería que lo hiciera. Alexander la miró, su expresión impenetrable. —Sí, sí tengo que hacerlo. Aurora sintió cómo su corazón latía más rápido ante su respuesta. —¿Por qué? Alexander se inclinó hacia adelante, apoyando los antebrazos sobre sus rodillas. —Porque
El aire se sentía diferente. Cargado. Como si la casa entera estuviera conteniendo la respiración. Aurora sintió cómo cada célula de su cuerpo respondía a la energía que la rodeaba, su instinto gritándole que el peligro no estaba lejos. Alexander seguía junto a ella, su mirada firme y calculadora, su arma lista para cualquier eventualidad. El mensaje de Halcón 2 resonaba aún en sus oídos: “Creemos que están evaluando su entrada.”Era solo cuestión de tiempo. Aurora no sabía si el miedo que sentía era por la posibilidad de que los aliados de Ricardo pudieran entrar en cualquier momento o por lo que acababa de suceder entre ella y Alexander. La tensión entre ellos ya no podía ser ignorada, no después de la manera en la que la había mirado, de cómo la había sujetado con fuerza, con una necesidad silenciosa de protegerla. —Tenemos que movernos —dijo Alexander finalmente, su voz baja y controlada. Aurora lo miró, su respiración aún temblorosa. —¿A dónde? —A una zona más segura
Dos figuras vestidas de negro rodeaban la casa, evaluando las entradas, buscando vulnerabilidades. Halcón 2 habló por radio. —Coronel, tenemos a dos hostiles en el perímetro, pero podrían ser más. ¿Ordenamos la intervención? Alexander apretó la mandíbula. —Sí, pero hagan que se acerquen más. No quiero que esto termine en un enfrentamiento en el bosque. Aurora observó cada movimiento de Alexander, cada decisión que tomaba en cuestión de segundos, y sintió algo que nunca había experimentado antes. No solo era confianza, no solo era seguridad. Era algo más. Era la certeza de que él no la dejaría sola. El sonido de los agentes moviéndose afuera hizo que los intrusos retrocedieran por un momento. Uno de ellos levantó la mano, comunicándose con alguien a través de un auricular. —Están coordinados —murmuró Alexander—. No están aquí solo para explorar. Aurora sintió un escalofrío recorrer su espalda. —¿Crees que Ricardo les dio instrucciones desde prisión? Alexander no r
La casa estaba en silencio, salvo por el leve sonido del viento que se filtraba entre los árboles. Aurora estaba sentada en el sofá del despacho, con Max a sus pies, mientras Alexander revisaba las cámaras de seguridad por última vez. Los intrusos habían desaparecido, al menos por ahora, pero la tensión seguía presente en el aire, como si el peligro estuviera esperando el momento perfecto para regresar.Aurora observó a Alexander desde su lugar. Había algo en él que la fascinaba, algo que iba más allá de su fuerza y determinación. Era la manera en que se movía, en que hablaba, en que parecía cargar el peso del mundo sobre sus hombros sin quejarse. Pero también había algo más, algo que ella no podía definir del todo. Una vulnerabilidad que él intentaba esconder, pero que ella había comenzado a notar en los momentos más inesperados.—¿Todo está tranquilo? —preguntó, rompiendo el silencio.Alexander se giró hacia ella, su mirada intensa pero tranquila. —Por ahora, sí. Aurora asinti
La casa estaba inmersa en un silencio inquietante, roto únicamente por el suave crujir del viento contra las hojas. Aurora permanecía sentada en el sofá del despacho, Max a sus pies, mientras Alexander revisaba las cámaras de seguridad una vez más. Su mirada seria buscaba cualquier movimiento que pudiera ponerlos en peligro, consciente de que los aliados de Ricardo seguían rondando en las sombras.Aunque Ricardo estaba encerrado tras los muros de la prisión, su influencia y su red criminal no habían cesado. Alexander sabía que había hombres fuera, hombres dispuestos a cumplir con las órdenes de su jefe, sin importar lo que costara. La amenaza no se había disuelto; solo había cambiado de forma.Aurora observó a Alexander, notando la intensidad en su postura, cómo parecía que cada músculo de su cuerpo estaba preparado para actuar en cualquier momento. Aunque el peligro acechaba, había algo en él que la hacía sentir segura. No podía evitar admirar su capacidad para mantenerse firme bajo
La luz de la mañana se filtraba por los ventanales del despacho, iluminando el rostro cansado de Aurora. No había dormido mucho, y sus pensamientos estaban enredados en todo lo que había ocurrido. Su mirada se detuvo en Alexander, quien estaba sentado frente a una mesa llena de documentos, mapas y un portátil. A pesar de las horas sin descanso, parecía completamente enfocado, como si la fatiga fuera un concepto ajeno para él.Aurora se acercó lentamente y tomó asiento en la silla frente a él. El coronel alzó la mirada, encontrándose con sus ojos. Por un momento, ninguno dijo nada, pero había algo en el aire, una conexión que iba más allá de las palabras.—¿Cómo te sientes? —preguntó Alexander, su tono bajo pero lleno de preocupación.Aurora se encogió de hombros. —Mejor, creo. Aunque siento que nunca estaré realmente tranquila mientras Ricardo siga… siendo Ricardo.Alexander asintió, sus dedos jugando distraídamente con un bolígrafo. —Él sigue moviendo sus piezas desde prisión, y eso