Ella levantó la mirada y vio a Javier abriendo la puerta del auto, sacudiéndola suavemente:—¿Qué sucede?—El señor Rodríguez bebió bastante hoy, y ahora no logro despertarlo —explicó Javier.Lucía miró rápidamente hacia Mateo, quien seguía en la misma posición contra el respaldo, respirando tranquilamente, sin señales de despertar.Quizás había bebido demasiado y estaba agotado.Pero esto era inusual en él.Que ella recordara, nunca se había quedado dormido por beber.Al ver que habían llegado a casa, dijo:—Llamaré a alguien para que lo ayude a entrar.—Javier, es muy tarde, ve a descansar —dijo Lucía, completamente despierta ahora.Javier asintió:—Bien, cuide bien del señor Rodríguez.Lucía bajó del auto y rápidamente fue a buscar ayuda del personal para llevar a Mateo adentro.Al llegar al dormitorio y dejarlo en la cama, Lucía ya se sentía agotada.Observando al hombre dormido, le quitó los zapatos y colgó su saco en el perchero.Percibió el fuerte olor a alcohol.Realmente había
Lucía se apresuró a secarse las lágrimas, intentando parecer normal antes de volverse hacia él:—Has bebido bastante hoy, deberías mejor acostarte a dormir.Mateo no se había equivocado y, frunciendo levemente el ceño, volvió a preguntar:—¿Estabas acaso llorando?Lucía bajó instintivamente la cabeza:—Me entró arena en los ojos.—¿Por qué lloras? —insistió Mateo.Era muy raro verla derramar lágrimas; si lloraba, definitivamente algo le causaba mucha tristeza.Lucía posó su mirada en él y, tras dudar un momento, respondió:—Cuando te estaba limpiando, vi que tienes muchas cicatrices en el cuerpo.—Nunca me había dado cuenta de que tenías tantas heridas.Mateo se quedó inmóvil. Así que sus lágrimas eran por él. —¿Te preocupas por mí? —preguntó.Sus palabras hicieron que el corazón de Lucía diera un vuelco y se acelerara, como si estuviera a punto de descubrirse su secreto:—Es la primera vez que veo a alguien con tantas cicatrices. Debió dolerte mucho cuando te las hicieron.Ella era d
Parecía que todas sus defensas se habían desvanecido frente a ella.Ella sabía que esto pasaría.Su espalda musculosa también estaba marcada por cicatrices, línea tras línea, que desentonaban brutalmente con su figura perfecta, dejando una belleza incompleta.Lucía contemplaba su ancha espalda, pensando que con su poder actual podría cargar con todo el peso de los Rodríguez, pero quién imaginaría cuánta fuerza habían soportado esos hombros.—Ya no duele —le dijo con voz ronca cuando ella posó su mano en su espalda, causando que Mateo se tensara por un momento. Sus ojos profundos no rechazaron el contacto.Cada una de esas cicatrices era como una puñalada en el corazón de Lucía.Permaneció en silencio, con los puños apretados.Si él no quería hablar de ello, quizás estas marcas representaban momentos que Mateo prefería olvidar.Incluyendo el tiempo que pasó con ella.Lucía apretó los labios, retrocedió unos pasos y retiró su mano.Descubrió que Mateo guardaba secretos que ella desconocí
Semejantes palabras dejaron por supuesto a Lucía pasmada, jamás había imaginado que tales palabras saldrían de su boca.Sus besos se intensificaron, pasando de suaves a cada vez más ardientes, cargados de posesividad masculina, dejando a Lucía en un estado de aturdimiento.Cuando sintió el frío en su piel al momento en que Mateo le desabotonaba la blusa que usaba para dormir, esa sensación helada la hizo reaccionar instantáneamente. Al mirar hacia su vientre, su corazón se sobresaltó y empujó a Mateo con firmeza:—¡No!Mateo, que estaba completamente absorto, se despejó de golpe ante el empujón.Observó la reacción exagerada de Lucía, quien con terror en los ojos se apresuró a abrocharse de nuevo la ropa, mostrando rechazo y repulsión ante su contacto.Sus ojos, antes llenos de deseo, se enfriaron al instante. Su cara se endureció y con labios tensos, preguntó con frialdad:—¿Te mantienes pura para Nicolás o quizás para Theo?Su fuerte reacción, su rechazo a su contacto, solo podía sig
Lucía terminó su último bocado y dejó el tenedor.Sabía que Carolina llevaba tiempo acumulando resentimiento.Mateo había desafiado a Carolina varias veces por ella, lo que hacía que la mujer la mirara con más desprecio cada día.—Mamá, en realidad nunca quisiste que tuviera un hijo de Mateo, ¿verdad? —dijo Lucía, enfrentando la mirada de Carolina.Esta declaración repentina dejó a Carolina desconcertada, quien intentó contener sus emociones:—¿Por qué dices eso ahora?—Siempre has querido que entre Camila, ¿cómo ibas a querer que yo tuviera un hijo de Mateo? También sabes que Mateo nunca me toca. Esas infusiones que me dabas, diciendo que mi vientre era inútil, solo eran excusas para humillarme —expuso Lucía.Al quedar todo al descubierto, Carolina dejó caer su máscara:—Me alegro que lo entiendas. ¿Cómo podríamos permitir que un hijo de los Rodríguez llevara tu sangre? —dijo con satisfacción mientras se sentaba con arrogancia—. Mateo ama a Camila, por eso no te toca. Solo el viejo es
Estas palabras hicieron que Mateo se detuviera y mirara a Javier:—¿Qué mujer?Javier, como mensajero, sentía que caminaba sobre la cuerda floja.Era incomprensible cómo un matrimonio había llegado a este punto, con la esposa ayudando a buscar una aventura de una noche para su marido.El esposo manteniendo su matrimonio en secreto, pero sin parecer del todo indiferente.No lo entendía.Pero atrapado en medio, como el relleno de una galleta, vivía con el corazón en la garganta.—Pues... la mujer de la aventura de una noche del señor Rodríguez.Apenas terminó de hablar, Javier notó el disgusto en el rostro de Mateo.Aún molesto por el rechazo de Lucía anoche, y ahora ella le traía a esta mujer.¿Tanta prisa tenía acaso?¡Parecía ansiosa por empujarlo hacia otras mujeres, como si eso la hiciera feliz!Mateo, aunque asombrado, mantuvo la compostura:—Entendido, que espere entonces.Lucía acababa de llegar y ni siquiera había dejado su bolso cuando Javier se acercó:—Señorita Díaz, el señor
En ese momento, Lucía miró a Karen. Sonaba tan convencida que casi la hizo dudar.Pero con Javier presente y trabajo pendiente, no tenía tiempo para responderle.No tuvo más remedio que marcharse.Tres horas después, Lucía no había regresado.En ese momento, la sala de juntas se abrió.Cuando la gente se dispersó, Mateo salió.Javier, de pie a un lado, dijo:—Señor Rodríguez, la sala de descanso.Mateo con expresión como siempre de malhumor, miró su reloj de pulsera y no pudo evitar una sonrisa sardónica, realmente había esperado.Se dirigió hacia la sala de descanso.En ese momento, solo Karen estaba allí.Cansada de estar sentada rígidamente, al verse sola, se había recostado un momento en el sofá.Mateo entró y vio a la joven recostada.Su mirada recorrió la habitación, sin encontrar a Lucía, y avanzó.Con una mano en el bolsillo, se detuvo frente a la joven, observándola fríamente en silencio, examinándola con detalle.Karen estaba exhausta, pero no se atrevía a dormir por temor a
Karen se tensó, apretando sus manos hasta clavarse las uñas en las palmas.Mateo, al ver que no respondía, frunció el ceño profundamente:—¿Es tan difícil entonces de responder?En ese momento, Lucía se apresuraba a regresar y alcanzó a escuchar la pregunta mordaz de Mateo.Llegó tarde y soltó el picaporte.Después de una larga pausa y ante la presión de Mateo, Karen sintió que su ansiedad aumentaba.Levantó la mirada hacia el hombre frío frente a ella, peligroso y amenazante. Un paso en falso podría ser fatal. Respondió temerosamente:—En ese hotel... hay... hay muchos riquillos. Yo necesitaba dinero. Por eso bobamente pensé que si podía encontrar a un hombre rico, no tendría que trabajar tan duro.Mateo la miraba de forma diferente.Sus palabras básicamente admitían que vendía su cuerpo por dinero.En la sociedad actual, había muchas personas así, intercambiando su cuerpo por una vida material.Lucía abrió la puerta y entró con una bandeja, sin expresión.Mateo la miró de reojo mien