Amor Posesivo
Amor Posesivo
Por: Kleo M. Soto
Prólogo

—¡Y los ganadores son, Los Leones Dorados! —exclamó la chica de lentes a través del micrófono, quien al igual que la mayoría de las chicas, no dejaba de admirar el escultural cuerpo del Quarterback Darren Watson.

El público exclamaba eufórico y lleno de admiración por aquellos que habían llevado a lo alto el nombre de la High Rivermoonth. Entre bitores, palmadas, y empujones amistosos, en las gradas se encontraba Kayla; alta, poseedora de una figura de sirena, ojos verdes, redondos, con pequeñas motas oscuras que le daban un toque ilustre bajo los rayos del sol, su cabello largo hasta la cintura, color castaño, solía ondearse con el viento, presidenta del grupo estudiantil, una de las mejores alumnas de toda la preparatoria, siempre obtenía el primer lugar en matemáticas. Pero sobre todas las cosas buenas que tenía, solo una les provocaba envidia a las demás, Darren, el jugador estrella era su novio.

—¡Joder, tu chico sí que es todo un bombón! —Pasó a su lado una chica que no conocía, dándole un pequeño empujón con el hombro—. Eres tan poca cosa.

Kayla le echó un vistazo sutil y silencioso a la chica, quien portaba el uniforme de porrista de su escuela, se mordió la lengua tratando de evitar soltar algún comentario viperino, a Darren no le gustaba que dijera malas palabras, pero sus ojos no tardaron en anclarse en la rubia sin cerebro que lo abrazaba con descaro, sus brazos delgados y largos se enrollaron alrededor de su cuello y sintió un espasmo en el estómago al ver cómo le daba un beso en el cuello. Pensó que quizá él la apartaría, pero eso nunca sucedió, mientras su equipo saltaba a su alrededor como si fueran bestias en celo, Darren cargó a la rubia y aulló imitando a un lobo, seguido de que sus amigos aplaudieran y la rubia le diera un beso en los labios.

Un nudo en la garganta detuvo las palabras que intentaron brotar desde el fondo de su ser, su voz se había esfumado, y un color rojo indecoroso se acumuló en sus mejillas, estaba dolida, furiosa, ¿cómo podía haberle hecho eso?

—¿Kayla?

Una voz que le resultó familiar, hizo que girara. Dentro de su campo de visión apareció Jade; una chica con la que solía juntarse de vez en cuando en la cafetería, era de las rudas, y siempre visitaba la oficina del director por su mala conducta.

—Hola —tragó duro, intentando detener las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos—. ¿Cómo te va?

Los ojos carbónicos y gélidos de Jade, localizaron a Darren y al ver el espectáculo que estaba dando dentro del campo de fútbol, frunció el ceño y arrugó la nariz.

—Eso debería preguntarte yo —resopló acercándose hasta ella—. ¡Dios, mírate, sí que estás hecha una m****a!

Kayla se mordió el labio inferior y bajó la mirada, avergonzada de que hasta ahora, Darren no se hubiera percatado de su presencia.

—Supongo que tienes razón —Kayla hizo un intento deplorable por sonreír—. Y la lluvia no ayuda mucho.

—Claro —Jade la miró con lástima.

¡Darren, Darren, Darren!

Los nuevos bitores le causaron nauseas, sacó su celular y observó la hora, eran las 9:00 pm, su hermano mayor no se encontraba, había salido con sus amigos y le había prometido llegar temprano, Owen era su única familia, ya que sus padres habían fallecido en un accidente de auto cuando ella tenía diez años, ahora con dieciocho años, estaba bajo el cuidado de su hermano mayor de veintiocho años, y quien era entrenador personal, trabajaba en un gimnasio y les iba bien, el dinero nunca fue problema ya que sus padres les habían dejado a ambos una cuantiosa cantidad de dinero que hasta ahora han sabido administrar bien, en especial Owen, quien parte de su dinero lo metió en una cuenta para su universidad.

—Me tengo que ir —dijo Kayla con la voz entrecortada—. Nos vemos el lunes en la escuela.

—¡Espera! —Jade la detuvo enrollando sus blancos y huesudos dedos alrededor de su brazo—. Mañana haré una fiesta en mi casa, solo irán unos cuantos amigos, y estás invitada.

Kayla dudó por un momento en responder con una negativa, pero... ¿por qué no? Después de todo Darren le acababa de demostrar que no la necesitaba, y después de haber visto que se divertía y besaba a la rubia, pensando que ella estaría en casa viendo alguna película en Netflix, se dio cuenta de que necesitaba una distracción, y mañana tendría pensado hablar con él y terminarlo.

—Bien, ahí estaré —asintió con la cabeza.

¡Darren, no!

El chillido de la rubia provocó que ambas voltearan para observar a Darren darle una palmada en el trasero.

—Oye, no le des demasiada importancia, todos hemos sabido siempre, que Darren es un macho idiota —le susurró Jade sonriendo—. No me lo tomes a mal pero me sigue costando trabajo creer que una chica tan guapa e inteligente como tú, esté al lado de ese cavernícola.

—¿Guapa yo? —esta vez fue Kayla, quien no pudo contener la cascada de carcajadas que brotó de su garganta.

—¿Acaso lo dudas? Los chicos se mueren por salir contigo, pero le temen al imbécil de Darren, tiene bajo amenaza a toda la escuela, por eso nadie se mete contigo, aunque ahora que vas a terminar con él, eso te devuelve al mercado —Jade le guiñó un ojo.

—¿Y cómo estás tan segura de que terminaré con él? —Kayla enarcó una ceja.

—Porque serías muy idiota si sigues al lado de un machista de m****a como lo es Darren, ¡despierta niña! Te acaba de engañar frente a tus narices.

Cierto.

Kayla estuvo a punto de abrir la boca para decir algo más, cuando alguien rodeó su hombro con descaro.

—¡Eh! —Mickey, un chico que todos creían que era gay de la clase de arte, con quien solo había cruzado un par de palabras hace dos semanas, se acercó a ellas—. ¿Qué hace un par de chicas sexis y demasiado ardientes en medio de esta gente tan idiota?

—Eso debería preguntarte yo, estuve esperándote en la salida de los baños por más de veinte minutos —le reclamó Jade dándole un golpecito a puño cerrado en el brazo libre.

—¡Vamos, no seas dramática! —Mickey giró los ojos con gracia exagerada—. Anda, les invito una hamburguesa.

—Gracias, pero yo paso —Kayla declinó la oferta con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Oh, no! Después de haber visto al descerebrado de Darren ponerte los cuernos frente a toda la escuela, lo menos que podemos hacer es que olvides ese mal rato con una hamburguesa —Jade enrolló su brazo en el que Kayla tenía libre, quedando ella en medio de ambos—. Te llevaremos a tu casa después.

—Sí, nena, a más de que estás que ardes, esos jeans se te ajustan demasiado y realzan tu trasero —se ríe Mickey guiñándole un ojo—. Tienes que decirme donde los compras, puede que le robe el corazón a algún chico del equipo de Los Castores.

—Lo siento, pero es que... no me gustan las hamburguesas —Kayla se apresura a decir con una media sonrisa.

—¡Ese no es problema! —dicen los dos al unísono.

Kayla se rindió y aceptó. Al llegar al aparcamiento, se dio cuenta de que Jade se subió a un carro pequeño, de los que solo tenía dos asientos.

—Mmmmm, no creo que los tres estemos muy cómodos —Kayla tenía un tono de voz melódico y lleno de incredulidad.

—¡Ah, es que tu no vendrás conmigo, tú te irás con Mickey en eso! —Jade señaló hacia su izquierda con ojos de diversión.

Cuando los ojos de Kayla localizaron la moto que manejaba Mickey, sintió que el alma se le caía a los pies, y la adrenalina comenzó a recorrer todo su torrente sanguíneo.

—¡Nos vemos allá! —gritó Jade arrancando a toda velocidad sin darle tiempo siquiera de reaccionar.

—Vamos, nena, este pequeño monstruo y yo, no tenemos todo el tiempo del mundo —Mickey le tendió un casco—. Ponte esto, guapa.

Kayla tomó con manos temblorosas el casco y se lo colocó, mientras lo hacía, poco a poco comenzó a tranquilizarse hasta que sus ojos se encontraron con los de Darren, quien se encontraba a lo lejos a punto de subirse a una de las camionetas de sus mejores amigos, el rubio de ojos azules al ver lo que estaba a punto de hacer, frunció el ceño apartando bruscamente a la rubia que rodeaba con su brazo derecho, y comenzó a caminar hacia ella.

—¡Eh! —Bramó Darren intentando detenerla.

—Esto no se ve bien —musitó Mickey—. Si no subes, me temo que esto se pondrá feo.

A Kayla le costó trabajo apartar la mirada de Darren, y tras un enorme esfuerzo que le pareció casi inhumano, reaccionó y se subió en la parte trasera de la moto como alma que lleva el diablo, abrazó por la cintura a Mickey y este comenzó a andar.

—¡Maldita sea, más vale que te detengas! —Darren comenzó a correr a gran velocidad, tanta, que por unos instantes pensó que la alcanzaría.

Pero no fue así, tras esquivar como todo un maestro de las carreras, a los amigos de Darren, Mickey logró alejarla de todas las miradas curiosas de la mitad del sistema estudiantil. Dejando atrás al chico que creyó amar.

—¡¿Estás bien?! —le preguntó Mickey sin apartar la mirada de la carretera.

Kayla cerró los ojos y sonrió, sintiéndose libre por primera vez desde hace mucho tiempo, dejó que la brisa gélida golpeara su rostro, y soltando una risa casi histérica, asintió con la cabeza. ¿Hace cuánto tiempo su relación con Darren se volvió tan tóxica?

—Ahora lo estoy —respondió ella con seguridad.

Mickey no dijo nada, solo aceleró y al llegar al local que estaba ubicado a un costado de una gasolinera, Kayla se bajó dejando suelta su larga cabellera.

—Sí que eres hermosa —dijo Mickey esta vez con voz ronca y demasiado varonil, nada que ver con el tono que había utilizado con anterioridad, de hecho, se pudo percatar que su nuevo amigo era apuesto, y no tenía pinta de ser gay, las veces que lo había visto en la escuela, siempre estaba solo, y procuraba no hablar con nadie, solo con ella—. Por tu silencio, deduzco que ya has averiguado la verdad.

—¿Cuál verdad? —los ojos de Kayla viajaron por su rostro hasta llegar a su mandíbula cancelada, Mickey era alto, fornido, ojos avellana, cabello rubio oscuro y unos hoyuelos que hacían el juego perfecto de todo un Adonis.

Mickey se bajó de la moto y acercándose a ella, la rodeó por la cintura atrayéndola hacia su cuerpo, el calor que emanaba se filtró por sus ropas, su aliento mentolado chocó contra sus labios, y su pulso se disparó a una velocidad que jamás imaginó. Entonces todo sucedió demasiado rápido, Mickey le acomodó con ternura un mechón de su cabello suelto detrás de su oreja y sonriendo le dijo:

—Kayla, no soy gay, y llevo enamorado de ti desde hace más de dos años.

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