Capítulo 335
Estos últimos días, Manuel no volvió a buscar a nadie. Antes de partir, Fernando se sintió extraño. —¿El señor Blanco se ha rendido?

—No se rendirá hasta el final, sabe que no cederé. Debe estar buscando otras soluciones.

Mientras él no fuera a la isla, nadie sabría dónde estaba.

Clara debía estar a salvo.

Fernando le entregó un chaleco antibalas. —Por si acaso, jefe López, deberías ponértelo. Tu herida en el pecho todavía no ha sanado.

—Está bien.

Diego miró el cielo oscuro y nublado, sin el brillo del sol de antaño, el mundo entero parecía cubierto por las nubes negras.

Fernando, que conducía, habló con cierta irritación: —Hace un calor insoportable. ¿Estás seguro de que no va a llover otra vez? La lluvia siempre pone de mal humor a la gente.

—La lluvia lavará la suciedad de esta ciudad. Es bueno. Conduce.

Diego pensó en lo que tenía que hacer pronto y, como de costumbre, no pudo evitar llamar a Clara antes de partir.

Escuchar su voz lo reconfortaba.

Clara acababa de terminar de alim
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