CAPÍTULO XXXII EL DOLOR DE SU PRESENCIA

El impacto de ver por primera vez a la única persona en el mundo, que compartía su sangre, que podría llamar realmente familia, fue descomunal para Milen. Mientras se dirige a aquella clínica, hubo momento es lo que dudo, que Nerón dijera la verdad y, sin embargo, la esperanza de que fuera real la llevo hasta ahí.

La ansiedad la estaba consumiendo cuando bajaba de aquel vehículo, frente a la clínica. Un lugar muy exclusivo, elegante y lleno de seguridad. Al ingresar, Nerón se habló unos minutos con el agente de seguridad y la recepcionista, y un par de veces señaló hacia Milen.

— Piso ocho, habitación 304 — le dijo al regresar al mismo tiempo que le tendía un carnet de visitantes.

Ella miró confundida el carnet y luego regreso su mirada a él.

— Te recomiendo, no perder tiempo, no tenemos mucho — reveló — En cuanto Itzam se entere de que estamos aquí, estallara una abomba nuclear.

De nuevo Itzam salía en la ecuación, recordándole que la traición tiene muchas caras, una de ellas, la de
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